Filumena Marturano

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Algo me lleva a pensar que esta obra habrá que vivirla con cierta sensación de exhalación. La vida pasando por nuestro delante, sin prisa pero rapidísima. Y de alguna manera, solo esbozada. Sin haber sido acabada o limitada, y todavía menos como “empaquetada”, si se puede decir así... Justamente pasa de forma real, y es por eso que la exhalación que sentiremos durante el espectáculo querrá ser cogida volviendo a casa.
Mientras la leemos, mientras el espectador la vea y también mientras lo ensayamos, querremos encontrar aquel gesto que creo que el autor imprime en los personajes. Un presente vivo en el que están buscando, encontrando las palabras exactas, las formas, los ritmos necesarios. Una acción que va avanzando sin que nada esté fijado, donde todo podría cambiar. Un trozo de vida sin refinar.
Filumena Marturano se escribió rápido. Y quizás hay que ensayarla y verla rápido. Sin querer que el montaje pese. Sin querer que al detrás haya una historia excesivamente metafórica. Es aquello. Y aquí rae posiblemente su grandeza. En el fondo, pequeñas discusiones de pareja. Para ver quién es quién. Para entenderse. Para mostrarse el amor o el desamor. La pasión y la fuerza del entendimiento.
Como un poema de Salvat Papasseit, o de Foix. “Todo es ahora y nada”, “Nada es mezquino ni ninguna hora es Isarda...!”

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Ver una obra y sentir las conversaciones de los personajes; aunque están estigmatizados tienen más a decir del que enseñan. Después de la obra nos habremos humanizado un poco. Porque la pieza no nos da unas lecciones determinadas, o en todo caso no nos interesan especialmente. Somos allá, mientras suceden aquellos momentos de su vida. Observamos. El ensayo es la película, como decía Jordi Balló en una charla que hizo en la Biblioteca y que tituló precisamente así. Tal como nos compartía entonces, con la Filumena no tenemos la sensación de obra acabada, encuadrada, enmarcada. Sabemos que no es una obra tan importante. Es solo una obra en un teatro, una ficción cogida a contrapelo.
Un momento de sus vidas que tenemos la suerte de espiar.
O en todo caso es esto el que nos interesa.

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La Filumena se hace valer. Es una mujer revolucionaria, ubicada en su momento y en la sociedad en que Eduardo lo encuadra. Lucha contra el estigma de su pasado, que nos revelará ella misma, y quiere liberar sus hijos de la prisión que esto supone. Cuántas obras de teatro no ponen sus protagonistas bajo el peso del estigma? Es realmente un principio muy teatral... o es que la situación teatral tiene algo que permite especialmente este juego?
Las contradicciones del lugar social, de la ciudadanía restringida, las contradicciones internas de la familia que la Filumena reivindica, las pequeñeces cotidianas tan determinantes se hacen evidentes en el lenguaje, en la escenografía, en los actores. Y a pesar de todo, la pasión es intensa. Con De Filippo es a través de los estereotipos que lo vayamos siguiendo todo.
Actualmente, vista en un mundo que ha cambiado tanto y donde la perspectiva de género dichosamente pose en entredicho tantos parámetros, recibimos la Filumena como una mujer fuerte que orquesta una historia en la que es él, Domenico, quien sigue un recorrido definido por ella. Es Filumena quién inventa y quien marca el camino, quien lleva la acción y la hace avanzar. Pasará de ser una mujer fuerte a una mujer más humana, más espontánea, más libre.. Ella no habla de todo esto, pero en el fondo sí... Dejaremos que sea el público quién dialogue directamente. Un trozo de vida ante nuestro como una exhalación que cogeremos volviendo a casa.

Oriol Broggi