El zoo de vidre

Cuando Oriol Broggi me pidió qué pensaba del zoo de vidrio, tuve que serle sincera: hacía más de veinte años que lo había leído y más de manantial que había visto una versión maravillosamente libre a un teatret de Buenos Aires... Así que recordaba muy poca cosa, la imagen de una chica coja que vivía recluida en una vitrina entre figuritas de vidrio. Al llegar a casa, la busqué en mi biblioteca y -ah! los años…- leí otra obra. La obra de una madre, Amanda, que ahoga el suyos hijos de tanto que los mal aprecio y de un chico que no puede más, que la sed de libertad lo empuja adelante. La obra de cuatro personas buenas que se hacen muy mal... Fui a ver a Oriol y le dije que estaba entusiasmada, que no creía que a la obra le hubiera pasado factura el tiempo, al contrario, cuántas familias, cuántas personas viven solas y rodeadas, ellos en medio de aquella grisor, sin entenderse, sin posibilidad de redención, la desesperanza pero también la ternura... Entonces, Oriol, viendo mi ilusión y, porque no decirlo, mi cacao mental, me hizo el mejor regalo del mundo. Me propuso de dirigirla, pero no tan solo esto, me propuso de dirigirla de la manera más libre, casi como si fuera un ensayo, un taller, no lo acabes, fracasa, juega y experimenta, ya tendrás tiempo por los éxitos! Imagino que en los días que corren encontrar a un artista con una compañía que se anime a contratar a otra, casi desconocida, y le proponga que juegue y que se equivoque no es lo más común. Pero este no es un lugar común, La Biblioteca es un espacio muy singular y espero que nuestro Zoo, resulte un fracaso estrepitoso o un éxito, también lo sea.

Martina Cabanas