Només la fi del món

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Un día, estoy seguro, miraremos hacia atrás y recordaremos estos días de ensayo de "Només la fi del món". Es, ha sido, fue, cuando lo leímos y también ahora, una especie de reencuentro con una poética que desconocíamos, pero que de alguna manera estaba dentro de nosotros. A nosotros nos ha pasado. Un autor que no habíamos trabajado, no sé por qué Lagarce ha llegado tan poco aquí, a nuestro país. Un texto con una poética nueva para mí. Una nueva manera de hacernos estar en escena.

Louis, pronunciado "lui", en francés, él, se planta delante de nosotros y arranca. Son unos instantes solo los que separan, ya para siempre, la realidad de la ficción. Se planta delante de nosotros y empieza a decir. Solo decir. Nos conduce a un lugar especial en pocos segundos. Venido de la nada, un joven, porque aún es muy joven a sus treinta y cuatro años, nos mira y nos explica. Nos dice el dolor que lleva oculto dentro de él. Es profunda y grande su vivencia.

La obra me parece, me pareció, me parece ahora y me pareció al leerla por primera vez, de una verosimilitud increíble. No podía creer que hablaran tan profundamente de mí sin decir ni una sola palabra de mí.

Como una centrifugación inmensa que empieza y ya no sabe parar. Todo de frases de otras obras podrían estar presentes en esta. Y es verdad, cuando vemos a alguien por última vez no siempre sabemos que será la última. Esta frase de "Cels" y de "Boscos", que me hace llorar, podría resumir "Només la fi del món".

Lagarce no permite un resumen fácil. Es improbable encontrar una reducción aceptable. Y, en cambio, o precisamente por eso, en él todo explota. Muy afuera. Y la onda expansiva es devastadora. Pero quizás esa desgracia, tal como está narrada, vivida por cada uno de los personajes, te puede llegar a hacer un bien extraño. El miedo. El miedo a no ser suficientemente amado. El miedo a no amar lo suficiente. La vida misma. El miedo a explicarla, a vivirla en familia.

Una familia. Un amor que no es completo. Un dolor infinito. La figura del hermano mayor cose y recusa las heridas. Y cada uno tiene su dolor ligado a su rol. Podemos romperlo y lanzarlo al aire, pero tendremos que saber cómo hacerlo y tendremos que saber cómo coser las heridas.

Oriol Broggi