Llibert

Enfrentarse a un texto como director es un ejercicio de riesgo donde la intuición y la necesidad desempeñan un papel crucial. Intuyes cómo convertir ese texto en un hecho teatral, con todas las implicaciones que ello conlleva, y sientes la necesidad de transmitir esa historia a un público. Esto, que puede parecer una obviedad, es en realidad un desafío. Llibert tiene todo lo que deseas para asumir este riesgo: una teatralidad intrínseca y una fuerza narrativa abrumadora. Como en un claroscuro de Caravaggio, la luz recae sobre la madre y es su voz la que hace emerger de la oscuridad al resto de los personajes: el hijo, el padre, los amigos, los médicos, la familia... figuras más o menos nítidas que van completando el lienzo. Este equilibrio entre claridad y oscuridad es uno de los grandes valores de la obra, una claridad llena de humor, vitalidad, esperanza e ilusión, y una oscuridad cargada de dudas, contradicciones, rabia y sufrimiento. Y entre oscuridad y claridad, la música, un elemento que atraviesa de manera transversal toda la obra, que evoca canciones, ilumina momentos, silba y ensordece. Llibert es toda una vida, contada desde una voz valiente, concisa y directa.

Norbert Martínez